Mientras hacía una de sus tantas escrituras se dio cuenta de lo que había significado las pocas palabras leídas el día anterior. Fueron escasas porque no tenía palabras para describir lo que pasó por su cabeza, no se atrevió a responder, a pensar o a sentir, sólo se limitaba a leer.
VISA... cómo una palabra tan corta podía significar tanto para tanta gente; para la gente que la tiene como para la que ve que otros la obtienen.
Soñó con eso, soñó que estaba en aeropuerto despidiendo a su confidente -pasó mucho tiempo para lograr que así fuera-, todo se desarrollaba de manera tranquila hasta que se fue. En el momento en el que desapareció de su vista el aeropuerto no era como lo recordaba, sin más ni menos se volvió un lugar oscuro y largo en el que habían pasos melancólicos de salida; un camino mucho más corto para recorrer que el que ella haría, pero a simple vista se veía interminable. Caminándolo estaba cuando de repente siente un grito de atrás. Sí, ese grito era su nombre, la estaba llamando y sin pensarlo ni mirar corrió hacia atrás, el aeropuerto no cambiaba, seguía siento oscuro y melancólico, pero cuando se abrazaron para despedirse, ella sintió lo que temía, pero sin dolor, con una alegría inmensa, pues era una oportunidad tremenda para encontrar su felicidad, esa que tanto se postergó.
Se llenó de emociones, de ganas, de aliento y quitándole el cole que le sostenía el pelo le dio ganas para marcharse.
Con un paso campante se retiró del aeropuerto melancólico, al salir era de día y un sol invernal despedía aquel avión que sonaba como trueno. En ese avión vio partir aquella felicidad que por tantos años quiso y lo mejor era que partía con ella. Eso era lo más feliz.
Buen viaje Amiga.