Muchas veces me pasó que por las restricciones de mi padre la gente se me iba alejando de a poco. Hubo otros casos en los que se corrían de frentón y no los culpo, pues, quizá yo también habría hecho lo mismo.
Siento que aún me pasa; con 23 años mi papá aún es capaz de alejar a la gente con la que quiero compartir cosas. Independiente de la relación que tenga, siempre está la manera indirecta de hacerlo; con los permisos, las caras, la plata, los comentarios o simplemente su actitud.
Pero si bien esta nota es un desahogo contra el miedo que siempre mi padre ha impartido hacia sus hijas y señora, no puedo dejar de mencionar que el hombre que tengo a mi lado ha superado con creces todos los obstáculos que éste le ha querido poner. No sólo eso, sino también, ha superados los obstáculos que yo le he puesto con respecto al tema; al final del días mis propias trancas y miedos ponen en jaque muchos de nuestros planes. Pero, él, como si nada logra dar vuelta el juego en un rato y hace que seamos los dos del mismo equipo.
Como me dijo hace un rato, el miedo con el que me conoció era el doble al que tengo ahora... ya llegará el momento en que no exista tal y no haya que rendirle cuentas a nadie. Un momento en el que saldremos a donde queramos, con quien queramos y como queramos; con nuestras propias condiciones y sin tener que hacer encargos, méritos o simplemente cuestionarnos cosas mínimas para no tener ningún tipo de problemas o roces que se transformen en una tranca externa que afecte nuestra relación.
Vamos al sur... y vamos porque queremos.