Han pasado tantos años.
Cuando niña tenía una amiga incondicional, era tan pequeña pero tan madura para sus cosas, era una chica de bien, inteligente, simpática, matea, lo tenía todo, la admiraba mucho. Jugábamos a la herencia de tía Ágata toda la tarde, armábamos puzles o jugábamos en el piano, quién sabe lo que un niño puede inventar para entretenerse, más con ella que siempre fue la niña más inteligente y creativa que conocí.
Recuero el particular olor de su casa, sus muebles, sus comidas, a sus padres, los juegos, los gritos, todo, wow, han pasado tantos años.
Pero las cosas malas siempre le pasan a la gente buena. Ella era tan inteligente como su padre, un ser brillante, pero le pasó la cuenta y las dejó, a ella, su madre y sus tres hermanas pequeñas. Por cosas de la vida, las cinco mujeres que vivían al lado de mi casa se cambiaron muy lejos de allí, y sin quererlo mi amistad con ella llegó a su fin de manera abrupta, siempre mantuve la esperanza de que la volvería a ver.
Pasaron alrededor de diez años en los que no paré de buscarla, la buscaba por internet, en las guías telefónicas, le preguntaba a los amigos, busqué la casa de su abuela pero nada, así que desistí.
Cuando uno menos busca las cosas es cuando ellas llegan solas, un día, para las elecciones del 2009 me quedé dormida en el auto mientras mi mamá votaba, cuando siento un leve golpeteo en el vidrio que en otra circunstancia jamás me habría despertado, pero ese era especial; miré hacia arriba y vi los ojos más especiales y guardados que tengo en mi memoria, no sabía quién era pero esos ojos me decían que tenía toda una historia con ellos, me reincorporé y la reconocí. ERA ELLA, SIIIII, ERA ELLA. Mis ojos se llenaron de lágrimas y me bajé del auto con tanta alegría, me dijo que estaba con las hermanas vendiendo unos helados para scout, que la acompañara a saludar. Estaban tan grandes todas, yo las recordaba pequeñitas, a una de ellas la recordaba en brazos recién nacida. Nos dimos los teléfonos y me contó que estudiábamos lo mismo y que estábamos al lado, intentamos proponer no perder el contacto y me fui muy contenta a casa. Todo esto no duró más de cinco minutos, pero me sentí como creí que se sentían las personas cuando se reencontraban en el “venga conmigo”.
Sin embargo no duró mucho mi idea de mantener el contacto, no la volví a ver y no supe más de ella, hasta ayer.
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